Soldado que arranca, alarga la guerra
“Yo domino mis sentimientos”, dijo, y cerró la puerta. ¿Acaso yo no?, me preguntaba a mí misma, mientras buscaba un pañuelo para sacarme los mocos. No, definitivamente no. No soy capaz de no llorar cuando el hombre -que yo creía- de mi vida me cierra la puerta en la nariz, así como tampoco podía dejar de alegrarme cuando lo veía. Y descubrí que lo que Claus me refregaba como una virtud, para mí era el peor de los defectos.
Poco a poco, me fui desencantando de este ser, en un principio tan perfecto. No puedo negar que cuando eligió a Doctrina y me dejó me sentí como la Torre Norte al momento del derrumbe. Pero sin caer. Si bien toda mi estructura se remeció, yo me mantuve en pie. Y muy a pesar mío, debo reconocer. Porque yo quería morir. Porque mi vida sin él -creía- no tenía sentido.

2 comentarios:
mucho me gusta este cuento
saludos
buena buena.
y eso de manejar sentimientos el noventaporcientos de los casos pucha que es falso.
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